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Kiki y Ezequiel, dos nombres en búsqueda de Justicia

Comenzó el Juicio oral y público por el caso de gatillo fácil de Jonathan Kiki Lezcano y Ezequiel Blanco.



Julio, séptimo mes del año, para muchos puede pasar de forma veloz y con diversos significados. Para algunos es el cierre del cuatrimestre, comienzo del receso escolar; es la mitad de un año que balancear. El momento del primer aguinaldodel año. O simplemente puede ser un mes más que atravesar. Que no se piensa mucho. Se transita de modo automatizado, sin demasiado rebusque.


Lo cierto es que para algunas personas, julio representa un mes de mucha actividad. De mucha ansiedad, de sentimientos encontrados: de mucha tristeza y alegría en el mismo momento, que se hace difícil representar con palabras.


El mes de Julio, enla Villa 20, radicada en el barrio de Lugano, en el corazón del sur de la Ciudad de Buenos Aires, no es un mes cualquiera. Los días parecen durar eternamente. Como si cada uno fuera el último y hay que aprovecharlo al máximo. Más específicamente: el 8 de Julio, está encarnizado en la mayoría de las personas que allí habitan, porque desde el 2009 cambió radicalmente la vida de una familia, y sin saberlo o percibirlo siquiera, también cambió la vida y el ritmo cotidiano del barrio.}

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Jonathan “Kiki” Lezcano es un nombre que puede pasar desapercibido para el conjunto de la sociedad. Pero lo cierto es que no. Existe un pasaje con su nombre en la Villa 20, que hace que las personas que caminan por allí, se pregunten quién es, por qué lleva su nombre un pasaje en el medio de Fonrouge y Chilavert, y qué representa. La verdad es que Kiki, está en la memoria de un barrio que decidió no olvidar y que lucha contra la constante impunidad. Así lo llamaba su familia debido a una anécdota con su abuelo en el campo, “cuando tenía 3 años, el abuelo Alfredo, le enseñó a llamar a las gallinas: veníkikiriki, le decía y Jonathan empezó a repetirlo siempre. Un día Alfredo dijo: -a este lo vamos a llamar Kikiriki, o mejor Kiki- y ahí quedó”, Angélica, la mamá, hoy reconstruye esa historia con una sonrisa, mientras la cuenta con la mirada alta. Sabe retratar bien los recuerdos y parece como si se estuviera transportando a ese momento cuando la comparte.

. El martes pasado, de junio, comenzó en Tribunales, en el Juzgado Oral y Criminal N°16, la primera audiencia por los homicidios de Kiki y Ezequiel Blanco, tras ocho años de acumular un extenso historial de lucha por parte de las familias,para conseguirlo. Las próximas audiencias serán el Martes 13 y lunes 26 de junio. Para ellas/os no fue un día más, no sólo por la significancia del juicio, sino también porque, por primera vez, le vieron la cara al asesino que mató al Kiki y a Ezequiel.


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La misma policía. La misma impunidad.


Un 8 de julio de 2009 en un barrio aledaño a Lugano, él se encontraba con su amigo Ezequiel, y fueron brutalmente asesinados por un integrante de la Policía Federal llamado Daniel Santiago Veyga. Hasta ahí podrían decirse algunas hipótesis comunes, trilladas, típicas, que harían que el caso no tuviera nada de paradigmático: que fue parte de un robo y que estaba defendiéndose, que los pibes estaban drogados, un ajuste de cuentas, etc. Los medios de comunicación, casi en su totalidad, se quedaron con la noticia concreta, y no indagaron mucho más. Listo. Un pibe chorro menos, y cambiaron de titular. No suelen profundizar mucho sobre este tipo de hechos. “Prefieren quedarse con la mirada de que es normal, que algo habrán hecho”. En esto Angélica es contundente. Lo puede expresar así porque lo vivió.

Pero lo realmente problemático comienza cuando ninguno de los dos, regresa a sus casas y la familia comienza a buscarlos: acá empieza la historia de una familia que decidió no quedarse con el titular.



Los buscan por los pasillos de la villa, van a la comisaría del barrio que les corresponde; En la 52° no les dan respuestas. La mamá de Kiki, reflexiona hoy sobre aquellos dichos que el comisario mismo le decía cuando ella iba a pedir que los buscaran. “Que los iban a buscar. Y nada. Ni una novedad”. Ella advierte que no es común que Kiki se vaya por tantos días y no avise. Y la agonía se extiende más de dos meses, en donde no hay noticias.

Marchas, cortes de calle en el barrio, denuncias en fiscalías. Todo lo que está al alcance de la familia es realizado con tal de saber el paradero de Kiki y de Ezequiel y la necesidad de creer que el Estado puede responder a esta situación.


El 14 de septiembre del 2009, una llamada de teléfono a la familia desde la fiscalía N°49 parece cerrar un ciclo: ambos chicos habrían sido encontrados. Jonathan había sido enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita y Ezequiel iba hacia el mismo camino.¿Por qué estaría enterrado un pibe que estaba siendo buscado por la familia desde hacía dos meses? ¿Cuánta connivencia puede existir desde el momento en que un policía tira de un gatillo y los pibes pasan a ser directamente un NN?

Este es un primer apunte de una lista larga de irregularidades. Matías Busso, abogado actual de la familia, a una semana que comience el juicio, mientras repasa la causa, intenta reconstruir esa hipótesis de connivencia “Lo que va a exponerse es esa complicidad que existe entre las fuerzas policiales y el poder judicial cuando son las fuerzas policiales las encargadas de cometer un delito como el asesinato de dos personas”.

La desaparición de dos cuerpos durante setenta días. La pérdida de pruebas claves. Una investigación que se inicia con un Juez, Facundo Cubas, que no deja que la familia se presente como querella, y en cambio, deja que la policía sea la encargada de investigar al mismo Veyga, cuando esto no es correcto en términos legales. Causas abiertas a la familia a propósito para amedrentar. Luego 3 sobreseimientos al policía, mediante el logro de una imputación al mismo. Hasta que se logra revocar el fallo en 2015, luego de mucha presión.

Una larga lista, que demuestra que no son hechos aislados, sino un modus operandi que tiene la policía para actuar sobre los casos de Violencia Institucional.

Este recorte de hechos, hace acordar mucho al emblemático caso de Luciano Arruga*, un pibe que vivía en Lomas del Mirador y que el 31 de enero de 2009, 7 meses antes de la desaparición de Kiki, sale de su casa, es interceptado por policías de la Bonaerense y desaparece por casi 6 años hasta que la misma familia, en conjunto con organismos de DDHH como lo es el CELS, logran encontrarlo, enterrado como NN, ahora sí, paradigmáticamente, en el Cementerio de La Chacarita. Otra modalidad de encubrimiento, pero encontrado del mismo modo que Kiki y Ezequiel.

Este tipo de accionar de las fuerzas policiales, se profundiza sobre los pibes y las pibas más humildes de los barrios y de las provincias.: el hostigamiento, la tortura y la persecución de la policía son moneda corriente.

Si nos ponemos a indagar un poco más sobre lo que es la Violencia Institucional, y más específicamente el asesinato en manos de las fuerzas de seguridad, encontraremos un listado que abruma de nombres que exclaman justicia, que denuncian las mismas irregularidades, y no son escuchados. Que se les dificulta el acceso y hasta se les deniega en la mayoría de los casos.



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Llamémoslo Felipe Carrasco, asesino de Atahualpa Martínez Vinaya en Río Negro; o Daniel Vázquez y Oscar Fecter, imputados en la causa por la desaparición de Luciano Arruga en 2009; o Miguel Ángel Espósito, asesino de Walter Bulacio luego de un recital de Los Redondos en 1991; o Juan Ramón Balmaceda, mayor artífice de los fusilamientos conocidos como La Masacre de Budge en 1986. Son casos en donde este modus operandi está presente, con alguna diferencia pero con grandes puntos de coincidencia, y estos nombres representan, de alguna manera, una cronología de prácticas que deja ver a una institución enquistada en el Estado y en el Poder Judicial, que heredó las peores prácticas que se cometieron en la última dictadura militar. Y que continuaron accionando, desde el regreso de la democracia hasta la actualidad. Que no actúan solos, de forma aislada, sino “Que detrás de cada asesinato, de cada pibe que desaparece o es víctima de gatillo fácil hay una fuerza policial que responde y un Juez que convalida”.


El Juicio es producto de la lucha: “por Kiki, por Ezequiel, por todos los pibes que vienen detrás”


Llega el día. Son las 8 de la mañana y en la plazoleta de la intersección de Lavalle y Libertad, en diagonal al Palacio de Tribunales, parece que hay gente desde hace un buen rato. La máxima de la temperatura ronda los 10 grados y de a poco llega la gente a la Jornada Cultural por Kiki y por Ezequiel.

Todo “el decorado” como parafrasea Facundo, se empezó a armar desde la 6 de la mañana. Mientras se comparten mates para sobrellevar el frío matinal, la escultura que ahí se alza de la artista Marta Minujín se interviene culturalmente por fotos que cuelgan de tanzas y que muestran una cronología de esos 8 años de lucha: imágenes de Angélica, de ollas populares en Lugano, de La Copa Kiki, torneo de fútbol, que se juega en el polideportivo de la villa 20 en honor a Jonathan, kermeses, etc. Pasacalles de una punta a la otra con inscripciones “YO VOY AL JUICIO POR KIKI Y EZEQUIEL”,“NI UN PIBE MENOS”. Se prueba sonido porque en un rato comenzará una radio abierta de la Agencia de noticias Paco Urondo, que comunicará toda la jornada. El movimiento La Poderosa, confirmó un guiso para el mediodía con el fin de paliar el frío.

Los familiares de Kiki y de Ezequiel van llegando. Familiares de otros casos, como Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga o Viviana Alegre, y la mamá de Facundo Rivera, también se hacen presentes para acompañar la jornada. La nota la da Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, que se la ve venir caminando muy rápido. Se nota que piensa que está llegando tarde y eso parece abrumarla un poco, -“¿Dónde es la audiencia?”, y algunas personas la ayudan a entrar. Tampoco quiere perderse la actividad.


Angélica llega un rato antes de las nueve - hora pautada para que comience la audiencia- y la reciben en su mayoría integrantes de La Casita de Kiki, un espacio político integrante del Movimiento político Proyecto Popular, que viene trabajando en La Villa 20 hace 8 años, codo a codo, con Angélica y su familia. Tienen un local en el Pasaje Kiki Lezcano, entre las intersecciones de Fonrouge y Chilavert. Abarcan varias aristas de trabajo en el barrio. Dictan apoyo escolar, recreativo y artístico para los pibes y las pibas. Construyeron una Cooperativa de comida, La Caserita, que funciona en el primer piso. También trabajan en el asesoramiento a familiares de víctimas de Violencia Institucional. Constituyeron este espacio, luego del asesinato los pibes, ya que este caso resonó mucho en el barrio, con el fin de evitar que vuelva a suceder un hecho así. Es un lugar de referencia, donde muchos vecinos y muchas vecinas, se acercan, ya que los abusos policiales no cesan, y brindan apoyo para tejer estrategias de prevención e intervención en situaciones de violencia por parte de las Fuerzas de Seguridad.

Este espacio político, es un pilar fundamental en esta cronología, que invita a pensar cómo se puede generar todo un movimiento organizativo en pos de un hecho en particular. En estos pibes, en estas pibas, que se pusieron al hombro desde muy temprano el armado de toda esta jornada cultural, se sintetiza de algún modo, la mirada colectiva y la necesidad de la organización para impulsar una causa social con estas dimensiones.



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Un día antes de que comience el juicio, Angélica, mate mediante en La Casita y con el teléfono sonando cada dos minutos para pedirle entrevistas de diversos medios, coincide con esta apreciación “los familiares lo sentimos colectivamente: nadie llega a un juicio solo”, y pareciera que da en la tecla cuando va llegando el momento para entrar al juzgado y la plazoleta se llena de gente. La audiencia comienza con algunas irregularidades ya que la sala que estaba prevista es más chica de lo que le habían dicho a las familias, y no dejan entrar a la prensa para comunicar lo que estaba pasando, siendo este un Juicio Oral y Público. Solo durante un cuarto intermedio al mediodía, se les dará la posibilidad de entrar, unos minutos, en donde se logra obtener la foto del imputado Daniel Veyga. Luego los sacan y hasta les hacen borrar algunas fotos a los fotógrafos presentes.




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Estas irregularidades marcan un precedente, ya que significa una traba más para los familiares, que nuevamente vuelve a impartir el Poder Judicial para desgastar y confundir, o simplemente toman esa actitud para no darle tanta entidad a todo el movimiento que se genera alrededor de este tipo de causas. En el hall de la sala quedan solo los familiares más cercanos, que estarán durante toda la audiencia.

De todos modos, eso no inhabilita a que la actividad que se está llevando a cabo afuera del juzgado siga con la misma fuerza que como comenzó. Reafirma a su vez, esta idea de, hacer el aguante, de“demostrar que a ningún pibe ni a ninguna piba se los van llevar así nomás”. Una decisión tomada, taxativamente para Julia, integrante de La Casita, pero que resuena en todos los que estaban ahí.



Cerca de las 17, luego de ver la presentación de una murga de Lugano, escuchar y bailar una chacarera, la primer audiencia finaliza, y culmina la jornada cultural con la salida de la familia de Kiki y de Ezequiel de una manera muy emotiva, que se sintetiza en un abrazo colectivo con todas las personas que estaban allí. En un estruendoso aplauso que hace que la gente que pasaba caminando se queden mirando, se acerquen para ver que estaba sucediendo.

Culmina con las palabras justas que ese momento puede pretender: con la explicación del abogado comentando el panorama positivo que tuvo esta primera instancia, y con las expresiones necesarias de Angélica, proponiendo a todas las personas que estaban allí a salir a luchar por sus ideales. “Que es posible, si se hace en conjunto” que más allá del juicio, de la causa de Jonathan y de Ezequiel hay una “victoria asegurada”, más allá del tipo de condena que se consiga. Otra certeza que comparte Angélica, quien siente una gran responsabilidad por el rol en el que le toca estar y lo asume con mucha fortaleza.

Otra victoria asegurada de lo colectivo es que en esas palabras, se condensa una idea que Angélica expresa también y es “que en cada familia que llega a un juicio por Violencia Institucional, se refleja también el pedido de justicia por Facundo, por Luciano y por todos los pibes que vienen detrás. Que el juicio es producto de la lucha colectiva. De una premisa necesaria: “Kiki y Ezequiel, tenían todas las de vivir”, y que en ningún sentido de las justificaciones que puedan darse para explicar porque se los mató, la vida y los derechos humanos de un pibe o de una piba, pueden pesar menos.



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